Está convencido de que avanzamos hacia un nuevo paradigma en materia de drogas. Lucha por ello. Insiste en que la ley de drogas pierde valor y es necesario cambiarla. «A la gente ya no les interesa la prohibición de los estupefacientes», afirma el sociólogo Alberto Calabrese (foto), quien reconoce en la entrevista con LA GACETA que su enfoque es polémico, sobre todo ahora que estrena su cargo como jefe de la Dirección Nacional de Salud Mental y Adicciones.
– ¿Por qué el consumo de drogas entre jóvenes parece irrefrenable?
– Cuando un consumo se naturaliza, pasan dos cosas: se hace común y se pierde la noción de peligro que se le suele asignar. Lo que no entiende mucha gente es que cuando se naturaliza una costumbre es difícil de manejarla con el criterio de «está prohibido». Los más jóvenes no le encuentran razón a la prohibición en sí. Debemos trabajar sobre esta realidad. Es inminente un cambio de paradigma: se viene la descriminalización de la tenencia de marihuana para uso personal, que no es igual a la legalización de drogas. Cuando algo está muy metido en el consumo es más difícil darle connotaciones prohibitivas. Los jóvenes, cuando consumen, ya no tienen la sensación de que están quebrando una norma. Esto sucede, más allá de que existe o no una ley. Y también aumenta el consumo más allá de que existe o no una ley.
– ¿Esto quiere decir que habrá que resignarse, que no hay formas de frenar el consumo?
– Tal vez sí, no lo sé. Lo que se debe aclarar es que consumir no es igual a ser adicto. Si sólo nos dedicamos a ver los daños las drogas no llegaremos a ningún lado. Porque las personas a las cuales la droga las mata, también las mata la exclusión que sufren, su falta de horizontes.
– Ante todo este panorama, ¿cuál es la mejor forma de prevenir?
– Urge hacer algo distinto. Incorporar el tema de las adicciones a la educación formal, pero de forma inteligente: los estudiantes no tienen ganas de participar de un ejercicio fastidioso en el que sólo le informan sobre drogas y datos ligados al peligro y al miedo. El joven se siente molesto, rebelde, porque sabe que en algún punto las sustancias les producen algún placer. La opción es incorporar elementos en la educación: por ejemplo, en química, mientras estudian algún proceso relacionado se les puede enseñar los efectos del consumo. Hay que enseñarles sin la necesidad de decir «ahora vamos a hablar de drogas». También hay que rellenar esos espacios que los jóvenes buscan tapar con el consumo de sustancias. En esto hay que involucrarse desde todas partes. Se pueden abrir las escuelas después de clases con actividades atractivas para que los chicos no vayan a vagar, para seguramente terminar tomando alcohol. La mejor promoción social y de salud es tener personas con proyectos de vida; con eso difícilmente tenga problema con las sustancias.
– ¿Cómo podría impactar la posible despenalización de la tenencia para consumo en la cultura del consumo de drogas entre jóvenes?
– Muchos opinan que desde que salió el fallo de la Corte, este habilitó a un sinfin de consumidores de marihuana. No es cierto, esta tendencia viene desde hace 15 o 20 años. Todos los años agrega nuevos colectores. En caso de que se sancione la nueva ley de descriminalización de la tenencia para consumo personal, creo que no habrá grandes cambios. Hoy en la práctica los usuarios de marihuana se dan más permisos que los que permite la ley. Tiene que ver con la apropiación que hacen los jóvenes de la sustancia. Y con otras cuestiones, como por ejemplo que la sustancia muchas veces es fuente de prestigio: se ve que hay personas ricas y famosas asociadas al dinero y al poder, que no se murieron como se decía. La mejor ley es la que todo el mundo está dispuesto a cumplirla, está convencido de que sirve. Y no es el caso de la de drogas. La prohibición, está visto, no ataja nada. Tenemos que buscar otro camino más inteligente.