En su célebre obra La división del trabajo social, publicada en 1896, Durkheim sostiene que la función social del castigo es alimentar y solidificar los lazos sociales. La solidaridad social es un fenómeno por entero moral, que si bien no se presta al cálculo o la observación directa, puede ser simbolizado por un hecho externo: el derecho. La solidaridad y las costumbres se expresan en el derecho e inversamente, el derecho reproduce las formas principales de la solidaridad social. Así, el castigo penal es concebido como representante de la “conciencia colectiva” en un proceso que expresa y renueva los valores de una sociedad determinada.

En las últimas décadas ha surgido una nueva “conciencia colectiva” del delito, expresada en un difuso miedo a la delincuencia, que rige como principio organizador de la vida cotidiana. Como fenómeno social, la “experiencia colectiva del delito” no es una vivencia individual sin la mediación de la cultura y sus significados sociales, sino más bien una red que entrelaza mentalidades y sensibilidades colectivas. En otros términos, la percepción del delito contiene un significado social concreto e histórico, que configura un modo de interpretar los peligros potenciales.

Si bien los episodios delictivos son reales, algunos medios buscan ganar rating utilizando a la delincuencia como centimetraje. Cuando esto sucede, la información sobre hechos delictivos asume las características de una publicidad, diseñada por un departamento de marketing para vender un producto. Así, no sólo se reduce el espacio para la reflexión y solidaridad social, sino que aumenta proporcionalmente la incitación a la violencia y el odio al modo de vida diferente.

En contextos electorales, la seguridad pública asume un protagonismo extremo en los discursos políticos, cuyo efecto tiende a favorecer una respuesta autoritaria e impulsiva de orden punitivo. Esto revela que el control social contemporáneo no procede de los fundamentos de la sociología del castigo, sino de las condiciones y mecanismos de poder que construyen consenso entre las masas.

En medio de múltiples delitos económicos y políticos no punibles administrados por las élites, la nueva conciencia colectiva del delito se adecua a los intereses del mercado. Con un lugar predominante en los medios masivos de comunicación, la nueva conciencia colectiva del castigo no parte de la solidaridad social, la moral y el derecho, sino de la construcción de una mentalidad basada en la segregación social y punitiva.

*Psicoanalista.

 

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